domingo, 29 de abril de 2012

SONETO

Hola Lector! El Post de hoy  se trata de un poema en forma de soneto (forma que, aquí, da título a la pieza) que versa sobre la fugacidad de la vida, aquí dirigida a una hermosura que adivina marchita con el curso del tiempo. El autor, Bernardo de Balbuena, español de nacimiento, pero cuya vida transcurrió mayormente en México, donde se ordenó como Sacerdote.
Espero les guste, y dejen sus comentarios.


SONETO

Mientras que por limpia y tersa frente
ese cabello de oro ensortijado
al fresco viento vuela enmarañado
sobre las tiernas rosas de Oriente:

mientras la primavera está presente
de ese clavel sobre marfil sentado,
coged las flores y alegrías del prado,
que el tiempo corre, huye y no se siente.

¿De qué fruto os será la hermosura,
cuando el invierno vista de su nieve
la lumbre de oro y encarnadas rosas?

Si la edad pasa, el tiempo la apresura:
las horas vuelan y en su curso breve
hallan y tienen fin todas las cosas.

B. de Balbuena (1561-1627)

domingo, 15 de abril de 2012

CHUANG TZU

Hola Lector! Hoy traigo para compartir un hermoso poema/pensamiento del filósofo chino Chuang Tzu (aproximadamente entre los años 369 y 260 A. de C. ), nacido en el reino de Song, y reconocido como uno de los pilares y referentes del Taoísmo.
Espero les guste, y dejen sus comentarios!



"El propósito de las palabras
es transmitir ideas.
Cuando las idas se han comprendido, 
las palabras se olvidan.
¿Dónde puedo encontrar a un hombre
que haya olvidado las palabras?
Con ese hombre me gustaría hablar.

Recojo crisantemos al pie de la haya
y contemplo en silencio las montañas del sur:
el aire de la montaña es puro en el crepúsculo
y los pájaros vuelven en bandadas a sus nidos.
Todas estas cosas tienen una significación profunda,
pero cuando intento explicarla
se pierde en el silencio."

Chuang Tzu

Chuang Tzu

viernes, 13 de abril de 2012

"INTUS" (Enrique G. Martinez)

Hola Lector! Hoy traigo una obra excelente, del poeta nacido en Guadalajara, Enrique Gonzalez  Martínez, figura representativa del modernismo en México, que con su lenguaje claro y sencillo logró, y aún logra, cautivar a numerosos lectores. La obra escogida en este caso se titula INTUS, poema realizado bajo la estructura del soneto alejandrino. Que lo disfruten!

INTUS

Te engañas, no has vivido... No basta que tus ojos
se abran como dos fuentes de piedad, que manos
se posen sobre todos los dolores humanos
ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.

Te engañas, no has vivido mientras tu paso incierto
surque las lobregueces de tu interior a tientas;
mientras en un un impulso de sembrador no sientas
fecundado tu espíritu, florecido tu huerto.

Hay que labrar tu campo, divinizar la vida,
tener con mano firme la lámpara encendida
sobre la eterna sombra, sobre el eterno abismo...

Y callar... mas tan hondo, con tan profunda calma,
que absorto en la infinita soledad de ti mismo,
no escuches sino el vasto silencio de tu alma.

Enrique G. Martinez

domingo, 8 de abril de 2012

VESTIDURAS (Khalil Gibrán)

Hola Lector! Hoy traigo un relato muy breve, del humanista libanés Gibrán Khalil Gibrán (1883-1931), autor del aclamado libro "El profeta"; el texto que transcribo hoy, fue extraído de uno (otro) de sus grandes libros, titulado "El vagabundo" (edición póstuma la de este volumen, en 1932). Que lo disfruten, y espero que esta breve lectura sea inicio para toda la obra de este excelente escritor.

VESTIDURAS
Cierto día Belleza y Fealdad se encontraron a orillas del mar. Y se dijeron:
-Bañémonos en el mar.
Entonces se desvistieron y nadaron en las aguas. Instantes más tarde Fealdad regresó a la costa y se vistió con las ropas de Belleza, y luego partió.
Belleza también salió del mar, pero no halló sus vestiduras, y era demasiado tímida para quedarse desnuda, así que se vistió con las ropas de Fealdad. Y Belleza siguió su camino.
Y hasta hoy día hombres y mujeres confunden una con la otra.
Sin embargo, algunos hay que contemplan el rostro de Belleza y saben que no lleva sus vestiduras. Y algunos otros conocen el rostro de Fealdad, y sus ropas, no lo ocultan a sus ojos.


K.G. 


Khalil Gibrán

sábado, 7 de abril de 2012

"Continuidad de los parques" (Cortázar)

Hola Lector! En esta ocasión traigo al Blog una obra de uno de los genios literarios argentinos: Julio Cortázar. La pieza escogida, si bien peca por breve, lleva en sí toda la impronta de su magia y la originalidad de sus fantasías, que nunca dejan de sorprender al lector; este relato proviene del volumen titulado "Ceremonias", que vino a ser el título conjunto de dos de sus grandes obras: "Final de juego" y "Las armas secretas". Que lo disfruten!

CONTINUIDAD DE LOS PARQUES


Había empezado a ller la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, de jó que su mano izquierda acariciara una y otra vez  el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra por palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella  debía seguir por la senda que iba al Norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.


J. Cortázar